miércoles, 4 de febrero de 2015

Menos gritos milagritos....

He elegido un título gracioso para quitarle algo de violencia a tema de hoy , que desde luego lo miremos por donde lo miremos,  la tiene , al menos para mi.
El otro día leía este articulo ,  y no he podido por más a la vez que preocuparme (porque es cierto que todos perdemos los estribos en alguna ocasión) sino confirmar mis sospechas de lo terriblemente dañino que es elevarles la voz a los más pequeños.
Sin duda , muchas veces acaban con nuestra paciencia y simplemente como yo digo quiero creer que se nos escapa.
Hagamos un ejercicio de introspección y que esté entre nuestros nuevos retos el conseguir como decían en aquella famosa serie de los 90  "yo me calmaré todos lo veréis" y contemos hasta 10 o 20 si fuese necesario.
No hace falta explicar mucho , solo leerlo no tiene desperdicio.

  1. Gritar convierte a los niños en sordos

Cualquier explicación o aprendizaje que queramos darles con el grito será inútil, porque los oídos de nuestros hijos se cierran automáticamente después de oírlo. Después de una interacción negativa nadie está dispuesto a escuchar con verdadera atención y con ganas de aprender y mejorar, eso solo se consigue con interacciones positivas. Si queremos hacer mejores a nuestros hijos, no lo conseguiremos a gritos.
  1. Gritar no ayuda a gestionar las emociones

Nosotros somos un ejemplo de comportamiento de nuestros hijos. Cuando perdemos el control y gritamos, lo que les enseñamos es a gestionar la ira y la rabia con agresividad. Conseguiremos unos adolescentes llenos de rabia que gritan y pierden el control delante de la explosión de emociones que se tiene en esa etapa evolutiva. Si nosotros ayudamos a nuestros hijos a gestionarlo de otra manera, con autocontrol, con calma, hablando abiertamente de las emociones en casa, ellos aprenderán a dar respuestas más adecuadas a la ira y a la rabia. Si oyes gritos aprendes a gritar.
  1. Gritar asusta a nuestros hijos

Ellos sienten miedo al principio y después rabia e impotencia. ¿Es miedo lo que queremos que sientan nuestros hijos? Seguro que no, nuestra intención cuando gritamos es que obedezcan, que aprendan, que hagan lo correcto, que nos respeten, etc… pero no queremos provocarles miedo. Por lo tanto, con nuestra actitud no conseguimos el efecto que queremos: el respeto se gana respetando, la obediencia se gana con paciencia, los aprendizajes requieren un tiempo y un esfuerzo y que hagan lo correcto dependerá en gran medida de nuestro propio comportamiento.
  1. Gritar los aleja

Cada vez que les gritamos, ponemos una piedra de un muro que nos separa. Perdemos autoridad positiva, perdemos respeto, perdemos comunicación, ganamos distancia, ganamos frialdad en las relaciones, ganamos más gritos y ganamos malestar emocional.
  1. A más gritos, menos autoestima

Educar a gritos tiene un efecto nefasto sobre la autoestima de nuestros hijos. Lejos de sentir que estamos orgullosos de sus logros y sus esfuerzos, lo que sienten es que nunca están a la altura, hagan lo que hagan, siempre aparecen los gritos y borran cualquier sentimiento de haber hecho algo bien.

Besitos.... y a recordar que educar es una de las tareas más complicadas que existen, ¡ ánimo!

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